viernes, 5 de febrero de 2016

El Fracaso de Europa


La Unión Europea, esa institución que es bandera de los inmensos beneficios de la cooperación entre países. El mejor representante moderno de los ideales de la Ilustración, no en vano usa una sinfonía de Beethoven como himno. Ese rayo de esperanza que vino a alumbrar un continente destrozado y dividido por un siglo de guerras. Esa gran decepción.
Es cierto que la Unión Europea ha supuesto una mejora en la calidad de vida para muchos europeos, sobre todo de forma simbólica, quizá, pero no hay duda de que la moneda única, el sistema de sanidad integrado entre países, los programas de educación, y otras reformas nos han acercado más a nuestros países vecinos. Pero hay una cosa que es innegable también: la Unión se ha convertido en un lastre para las libertades y los derechos de sus ciudadanos y de los de su entorno.
La Unión Europea es, hoy día, un mecanismo de opresión económica para sus habitantes. El FMI, el Banco Mundial, y el mismo Banco Europeo se han convertido en herramientas del neo-liberalismo europeo, mientas la democracia y la soberanía nacional son obstáculos para este modelo económico, que la Unión se encarga de mitigar en nombre de una mayor integración entre países. Al final, solo un país se ha visto beneficiado de este modelo: Alemania.  Merkel es la parte visible a una hegemonía total de los mercados y la Troika en Europa. Ella es quien finge mandar, mientras los poderes fácticos imponen sus medidas a cada gobierno europeo. Para muestra, lo ocurrido en Grecia el pasado verano. Los nuevos ciudadanos europeos son mercancía, números que solo sirven para generar ingresos a unos pocos. Y nuestros derechos y libertades son una complicación para que esos ingresos lleguen en cantidad suficiente. Cualquier intento de disidencia, por tanto, debe ser castigado desmedidamente, para que no se repita. Ante esta realidad casi distópica que vivimos los europeos, muchos ciudadanos hemos considerado que la UE es un precioso proyecto que debe retomarse en algún momento, si se puede, pero hoy día la existencia de esta Unión, por mucho Premio Nobel que tenga, va en contra de nuestros intereses de forma radical. Por otro lado, no son pocos los que, haciendo gala de este “euroescepticismo”, no giran sus caras iracundas hacia la Troika, o Merkel, o la OTAN, la giran hacia unas personas que, en su desgracia, intentan alcanzar nuestras costas y ciudades, para comenzar una nueva vida, ya que la suya ha sido destruida allí de donde vienen.
Una familia, que proviene de Aleppo, espera su turno para subirse a un bote en la costa turca cerca de la isla griega de Lesbos. Es de noche, hace mucho frío. Solo llevan consigo lo que puedan acarrear encima. Una vez están en el bote, su futuro es incierto, desdibujándose junto a los de los cientos de miles de semejantes que han hecho, y harán, ese viaje hacia la promesa de una nueva vida en Europa. ¿Volcará el bote? Y si el bote vuelca, ¿Se ahogará la familia, o será rescatada por los servicios de salvamento y los miles de voluntarios que hay en la isla griega? Si llegan a Lesbos ¿Aguantarán la ola de frío que se vive en el Egeo esa semana? ¿Cómo les tratará la policía macedonia? ¿Y la húngara? ¿Se quedarán atascados en alguna frontera, justo cuando el gobierno del país de turno decida levantar una valla? ¿Les llevarán desde Budapest a algún campo de refugiados desde el cual serán deportados a dios sabe dónde? Estos sucesos, y muchos más, se han repetido miles de veces desde que este verano pasado el incesante goteo de refugiados, que ya colmaban Turquía, el Líbano, Jordania e Irak llegara a Europa. La tierra de los derechos. Esa tierra que les ha negado el acceso, a pesar de ser ilegal; esa tierra que ha levantado vallas en sus fronteras, a pesar de violar con ello uno de sus principios fundacionales. No son solo las miles de personas que han perdido la vida intentando llegar a Grecia, son los cientos de miles que están vagando por Europa, o que están retenidos en algún campo, los que conforman la mayor vergüenza que he sufrido como ciudadano europeo.
La respuesta que ha dado Europa en conjunto, y la mayoría de los gobiernos por separado, a los refugiados recuerda duros episodios que ya dábamos por olvidados de la historia de Europa. Porque los neonazis que asaltan a refugiados en su viaje, o a inmigrantes que están asentados ya en ciudades europeas son peligrosos, pero aún más lo son los que ocupan puestos en gobiernos de países en teoría democráticos como Polonia o Hungría, que ha prohibido la mera presencia de refugiados dentro de sus fronteras y han organizado auténticas cazas disuasorias en las fronteras. Pero pocos se salvan. El espectáculo de Merkel haciendo llorar a una niña siria en la televisión alemana, los discursos de Le Pen, o la decisión de Suiza y Dinamarca de requisar a los refugiados que quieran entrar a sus países me hacen dudar aún más sobre el futuro de nuestro continente. La xenofobia y la violencia bruta es la mejor reacción que se nos ha ocurrido hacia una gente que huye de unas guerras a las que no solo somos indolentes, sino que hemos provocado nosotros. Les acusamos de ser terroristas y de venir a atacar a nuestra población cuando nuestros gobiernos han sido los que han financiado esos grupos radicales que causan estragos en sus ciudades. Nosotros somos los que les bombardeamos y les llamamos daños colaterales. Nosotros empezamos esas guerras de las que huyen por preservar nuestros intereses económicos y políticos. Esta Europa no solo da cada vez más miedo, es que cada vez se parece más a aquello a lo que se suponía que la Unión Europea quería enterrar para siempre. Esta Europa que no es capaz de garantizar los derechos de los europeos ni de nadie que no pertenezca a las élites económicas caerá por su propio peso. Y el islamismo será el menor de sus problemas, en contra de lo que nos dicen nuestros gobernantes y sus medios de comunicación. Hoy odiamos al refugiado porque el 1% quiere evitar que pensemos que existe, siquiera. Mañana odiaremos a los que se opongan al 1%. La Europa de las libertades, de lo que nos enorgullecía como continente, está muriendo. La culpa la tienen el neoliberalismo, nuestros gobernantes, los mercados. La tenemos nosotros.

Son los voluntarios, los que han ido a ayudar a los refugiados a lo largo de toda Europa, los ciudadanos que han donado dinero o pertenencias para los campos de refugiados. Son los que se oponen a las medidas de austeridad que nos ahogan. Los que exigen a nuestros gobernantes que detengan guerras que solo traerán más odio y muerte al mundo. Los que queremos ser libres. Todos nosotros mantenemos viva a la verdadera Europa. La Europa de todos aquellos que dieron su vida por el bien común, que hicieron rico el patrimonio de la humanidad con sus inventos, su arte, sus ideas. Hoy nos gobierna la Europa de las concertinas, las cuchillas y las porras. ¿Cuál de ellas prevalecerá?


sábado, 23 de enero de 2016

¡Tots a una!


El nacionalismo, esa idea que ha guiado la política europea y mundial a lo largo de los últimos dos siglos. Esa exaltación de la idea de nación, que, junto al racismo y el fanatismo religioso, ha servido de excusa para provocar tanto odio, tantos conflictos, tanta muerte, que ha sido utilizada por las clases dirigentes para reconducir las tensiones sociales, para mantenerse en el poder o incluso ganar más del que tenían. Gran parte de la izquierda independentista catalana lleva varios años insistiendo en que el movimiento soberanista que está viviendo Cataluña no es de ese tipo de corrientes descritas, sino que es un proyecto social de un conjunto importante del pueblo catalán, que, a través de la independencia, logrará emanciparse de los poderes fácticos que hoy día marcan la política española, y, a través del empoderamiento, será el único dueño su futuro, de una manera que es imposible si sigue unido al resto de la jaula nacional católica que es el resto de España.
Cuál sería entonces la sorpresa de muchos de nosotros cuando la cúpula de la CUP, un partido que se ha declarado siempre anticapitalista y bastante antagónico, en principio, a Junts pel Sí, candidatura de la burguesía independentista catalana, decidió pactar con esta lista para que pudiera gobernar en Cataluña y llevar a cabo el proceso independentista. Junts pel Sí está formado por una amalgama de partidos e “independientes” independentistas relativamente amplios, pero los partidos principales que conforman JxS, son CDC (hasta hace poco CiU) y Esquerra Republicana, partidos que adoptan abiertamente una visión burguesa del nacionalismo. CiU, encabezada por Artur Mas, ha llevado a cabo políticas neoliberales en Cataluña que han supuesto recortes en numerosos servicios públicos, especialmente la sanidad, que han provocado numerosísimos episodios de resistencia ciudadana, desde la acampada en Plaza Cataluña durante el 15-M hasta los eventos de Can Vies, y que han hecho evidentes la b
rutalidad a la que podía recurrir la Generalitat para sofocar estas voces disidentes. No olvidemos la larga lista de abusos policiales cometidos por los Mossos d’Esquadra estos últimos cuatro años, poniendo como ejemplo la carga contra los indignados el 27 de mayo de 2011, la cantidad de heridos que dejaron las dos huelgas generales de 2012, el conflicto estudiantil, y muchos más escándalos. De hecho, está claro que la CUP nace y se nutre de este descontento social con las políticas de recortes de CiU/CDC y del PP a nivel nacional, aunque el empuje independentista haya hecho parecer pequeño este movimiento, que se ha visto en muchos barrios obreros de ciudades de Cataluña.

Pero entonces, ¿Por qué ha pactado la CUP con JxS? ¿Acaso no es un suicidio políti
co para el futuro, aunque les pueda brindar cierto poder a corto plazo? ¿No tenían la sartén por el mango, al necesitarlos la derecha nacionalista para poder gobernar? Pues se me ocurren dos posibilidades. Una es que la CUP, al final, ha demostrado ser un partido con miedo a un cambio real (siempre que no sea protagonizado por ellos) que, al ver los resultados de las elecciones generales del 20 de diciembre en España, donde Podemos quedó como primera fuerza a nivel de Cataluña, ha empezado a ver con miedo a unas nuevas elecciones autonómicas, en las que esta posición privilegiada que tiene el partido podría desaparecer. Otra posibilidad que quizá, y solo quizá, este nacionalismo de izquierdas tan pregonado no sea tan distinto al nacionalismo de toda la vida. Quizá la identidad nacional de un pueblo no depende tanto de en qué país vive y de dónde estén sus fronteras sino de cómo vive. A lo mejor va a resultar que la CUP, por muchas ideas socialistas que diga tener, es un partido más afín a la burguesía catalana que al resto de la ciudadanía española. Quizá la culpa de esta afinidad la tenga el nacionalismo.
Probablemente la realidad esté en una combinación de las dos posibilidades, mezclando la ambición personal de los dirigentes de la CUP con el gran peso que tiene el nacionalismo en este momento en Cataluña, y de momento será así, pues gracias a estos autodenominados anticapalistas, el proceso de desconexión con España seguirá adelante, pero manejado totalmente por la derecha catalana. De hecho Artur Mas, que según él mismo se hacía a un lado para facilitar el acuerdo con la CUP y “corregir el resultado de las urnas” no ha desaparecido para nada de la política catalana, y el nuevo president será de su partido, CDC, y nombrado por él. Además. La CUP ha garantizado obediencia al govern que surja del pacto.
¿Qué clase de futuro le espera a este “proceso social” que debía ser la independencia catalana, si está con el establishment actual de Cataluña a los mandos? El partido de los recortes, del estado policial, que no ha respetado en ningún momento a la ciudadanía catalana, tiene todo el poder gracias al nacionalismo. Ahora van a definir el futuro de su país, que difícilmente contará con garantizar el bienestar de los catalanes.
Y por si fuera poco, este acuerdo podría servir de excusa a PP, PSOE, y Ciudadanos para hacer un pacto a su vez a nivel nacional y arrinconar a Podemos, principal fuerza anti-austeridad en España. Toda una baza para el cambio político en España, ¿verdad? Como siempre ha ocurrido a través de la historia, este posicionamiento de la CUP, de poner por delante la nación a todo lo demás, solo beneficia a las clases dirigentes, pues aumenta las tensiones entre Cataluña y España, lo cual, a su vez, permitirá a los gobiernos de ambos lados el hacer políticas en contra de la ciudadanía en nombre de la “independencia” o de la “unidad nacional”, da igual. El deseo de la independencia por la independencia ha matado la posibilidad de empoderamiento del pueblo catalán si sigue el camino de la independencia como está planteado hoy. El nacionalismo vuelve a funcionar para los que siempre han funcionado: las élites. En nombre de una “libertad” y una “democracia” que solo sirven para garantizar el llamado derecho a decidir, se sacrificarán libertades y derechos en la hoguera de la identidad nacional y la confrontación.

Si los planes de CDC siguen adelante, ¿Será la República Catalana un país más democrático? ¿Será más social? ¿Cómo podría serlo, si la semilla de su fundación consiste en una puñalada trapera a los movimientos anti-austeridad? No, la República Catalana, si algún día existe, será un país como otro cualquiera, con sus poderes fácticos y su gobierno corrupto y sin poder real, dispuesto a hacer lo que sea mientras pueda mantenerse en el poder. Será un país deseoso de someterse a los designios de la Troika, incluso de ser rescatado, si tiene suerte. Si los catalanes no conquistan el poder, Cataluña será un país que tampoco contará con ellos. Eso sí, tendrán una frontera, un himno y una bandera propios. ¿Y acaso no es eso a lo que aspira cualquier nación hecha y derecha?


miércoles, 20 de enero de 2016

La Política de los Piojos


La nueva política, una de esas expresiones que tenía tanto significado para algunos hace unos años y que, como tantas otras cosas, ha sido tan repetida y mal utilizada por los medios y la clase política que ha perdido casi todo su significado inicial. Ahora hasta el PP y el PSOE hacen nueva política, y su perro fiel, Ciudadanos, también la hace, a pesar de que todos siguen haciendo lo mismo que han estado haciendo los últimos cuarenta años, curiosamente.
Se nota que, tras haber intentado domar durante un tiempo este término, como tantos otros, los poderes fácticos no están cómodos con la llegada de la nueva política de verdad, la del 99%, a las instituciones. Dan fe de esto los continuos ataques sobre Podemos y cualquier persona relacionada mínimamente a su entorno; se ha visto en los intentos incesantes por fingir ser algo que no son; palabras como “transparencia”, “cambio” y muchas más han copado el lenguaje político al más alto nivel, mediante las cuales los partidos del régimen han intentado, torpemente por lo general, ganarse a la gente prometiendo cambios que no solo no están dispuestos a hacer, sino contra los que lucharán si hace falta.
Sobre este tema, podríamos hablar del cambio de imagen del PSOE, que ha realizado con éxito limitado un complicado juego de equilibrista, presentándose por un lado como el partido del “cambio real”, como la contrapartida principal al PP, y a la vez como uno de los pilares del Régimen del 78, garante de estabilidad y de inmovilismo social. También podríamos hablar de Ciudadanos, esa niña bonita del Ibex-35 a la que las encuestas, tanto oficiales como de los medios privados, inflaron sobradamente, y al final ha acabado siendo un partido bastante menos relevante de lo que a la patronal le habría gustado. Pero mejor hablemos del verdadero caso (clínico) de estudio: el Partido Popular.
Una cosa que había llamado a muchos la atención del PP era la capacidad de su cúpula de hacerse pasar por gente relativamente corriente de cara al ciudadano. Obviamente, viendo a personajes haciendo de ministros como Wert, Fernández Díaz o Fátima Báñez, o siendo testigos de la gran capacidad oratoria de Pablo Casado, Rajoy o Cospedal, quedaba claro que la cúpula de esta organización no era precisamente gente de la que te encuentras todos los días por la calle, pero el partido en si sí que daba esa impresión, cosechando bastante éxito entre esos españoles que se autodenominan católicos y patriotas, o incluso entre gente sin una ideología propia muy marcada, pero que pensaba, por alguna razón, que le interesaba un gobierno del PP. Sin embargo, obviando la gloriosa segunda legislatura de Anzar, durante los últimos 5 años la imagen pública del PP ha caído en picado hasta puntos nunca vistos, gracias a los cuatro horribles años de gobierno de Rajoy que hemos sufrido, como queda constancia en muchos artículos de este blog, y a los numerosos casos de corrupción, tan numerosos que han puesto de manifiesto la intrincada red clientelar que ha sido en realidad el PP desde que a su vez heredara la red clientelar del sistema franquista. Ante este derrumbe de una ilusión hábilmente tejida (como humanista que soy, me gusta pensar que ha sido una mentira hábil y no somos tan gilipollas), no es de extrañar que ahora muchas personalidades del PP hayan acabado por cometer actos y hacer declaraciones que han dejado ver la clase de gente que forma el, hasta ahora, partido más votado en este país.
Por centrarnos en los hechos más recientes, veamos cómo han sido estas navidades, tan influenciadas por las elecciones generales del 20 de diciembre. La derecha de este país no ha parado de buscar la polémica sobre la gestión de los ayuntamientos que están gobernados hoy por candidaturas municipalistas, y después han pasado a jalear contra Podemos. En principio, no debería sorprender el hecho de querer dejar a los partidos “contrarios” en campaña electoral como gobernantes poco eficientes y/o corruptos, al fin y al cabo su mejor baza es intentar convencernos de que los demás son tan malos gobernantes como ellos, pero si nos fijamos en cuáles han sido las sucesivas polémicas que han copado el discurso de la derecha y de los medios en este país, podremos entrever un problema aún más grave que la falta de honestidad.
Y es que armar barullo quejándose de que en la Cabalgata de los Reyes Magos haya mujeres, o criticando la elección de vestuario de la representación de estos, en un país con 5 millones de parados, una deuda igual al PIB, con una desigualdad social que es de las más altas de la UE y sigue aumentando, con una cuestión tan seria como es el independentismo catalán, y que el gobierno central no ha sabido ni siquiera entender, con una proporción tan grande de la población que no se ve representada por la clase política, todo esto, resulta obsceno, casi insultante. Incluso aceptando que las quejas sean legítimas, ¿Qué le importa los miembros de una familia, que han tomado la comida de Navidad abrigados hasta arriba porque no pueden pagar los precios abusivos de las eléctricas? ¿Servirá el poner más belenes para que no reciban su cena de Nochevieja del banco de alimentos? Resulta tan chocante que parece irreal. ¿Qué clase de gobernante se preocupa más por la ropa de los Reyes Magos que por la gente sin recursos? Pues gente que no ha tenido carencias en su vida, gente que no sufre ni ve los resultados de sus políticas, que ni siquiera conciben el poder estar en esa situación, pues ellos trabajan y son cumplidores.
Y este clasismo se ha hecho incluso más acentuado tras la llegada de los primeros diputados de Podemos y las diversas confluencias, IU, Equo, y otros partidos al Congreso de los Diputados en la sesión de constitución de las Cortes. Por lo visto, ha sido un shock tanto para los medios como para el PP el hecho de que haya un diputado con rastas, o que una diputada haya llevado a su bebé a la sesión, ¡o que incluso haya una diputada negra!. En cierto modo es normal, donde vive esta gente no se ve a personas con rastas, y a los bebés los cuida la criada, que cambiar pañales da mucho asco. Resulta que quien lleva rastas en un piojoso, y un apestado. Resulta que el hecho de que Carolina Bescansa llevara a su hijo al Congreso, sin tener en cuenta sus intenciones con este acto, es un atentado a la normalidad de la vida parlamentaria que no se había vivido desde el 23-F, por lo menos. Se ve que los señores diputados no se pasean mucho por Lavapiés, y es normal, no debe ser cómodo encontrarte cara a cara con las víctimas de tus políticas. Y mientras tanto los medios se han hecho eco, por supuesto, de todo este malestar de sus señorías los diputados, dedicando más tiempo a estos hechos que a nimiedades como el hecho de que un miembro del grupo parlamentario del PP, que está imputado, apareciera en su escaño como si no pasara nada, o al juicio de la Infanta, o a la investigación sobre la financiación ilegal del PP. Eso no importa. Tertulias con tres veces más de hombres que de mujeres hablando de por qué es tan horrible que una madre quiera hacer ver un punto sobre la conciliación de la maternidad y el ámbito laboral en este país, con mayor o menor acierto, eso es otra cuestión. La gente corriente ha llegado al Congreso, y eso ha sido difícil de digerir para muchos de aquellos que, tras un escaño, o tras una pantalla de televisión, han dado siempre la impresión de ser aquello de lo que ahora se horrorizan. Quizá así entendamos la forma en que nos tratan; ellos son los gobernantes, y nosotros los plebeyos, los que deben ser gobernados, y nunca serán capaces de mandar, ni deben. Pues les estamos demostrando que no es así, y esto es solo el principio, porque el cambio ha venido para quedarse, y seguramente se lleven alguna que otra sorpresa más gorda en el futuro. Pero eso, como viene siendo costumbre, depende de nosotros.

domingo, 20 de diciembre de 2015

Hagamos memoria





Hoy, 20 de diciembre de 2015, se cierra un ciclo. Podría hacer hincapié en la importancia del resultado de las elecciones de hoy para los ciudadanos del sur de Europa, sobre todo teniendo en cuenta los gabinetes actuales que gobiernan nuestros compañeros de fatigas neoliberales Portugal y Grecia, pero la verdad es que prefiero echar la vista atrás y ver cómo hemos llegado aquí. Mucha gente de mi edad, los nuevos votantes que van a ser los grandes responsables de tumbar el bipartidismo en cuanto cierren los colegios electorales, no recordarán muy bien todo lo que ha ocurrido en esta X legislatura de la “¿democracia?” española. Es normal, muchos de nosotros ni siquiera habíamos empezado bachiller cuando ocurrió el 15-M, y estábamos en plena efervescencia hormonal aún cuando Mariano Rajoy fue elegido con mayoría absoluta en noviembre de 2011. Sin embargo, algunos existimos para tocar los cojones, y yo por aquel entonces ya empezaba a preocuparme por temas sociales y políticos, siendo el 15-M el despertar de mi sensibilidad política, hecho que ha condicionado mi forma de pensar durante todos estos años, y los que quedan hasta que el nihilismo inherente a mi personalidad me convierta en una figura amargada y sin esperanza por el futuro de la humanidad. En cualquier caso, estos cuatro años han sido los más importantes para la sociedad española en décadas, y a mi,sinceramente, me cuesta olvidar todo lo que hemos vivido este tiempo. No me olvido de la violencia policial, de las detenciones aleatorias, del muro impenetrable que aparentaba ser el PPSOE en 2011, de los mineros, de la marea verde, de los funcionarios, de los recortes en sanidad, de las Marchas de la Dignidad, de la reforma laboral, de la Ley Mordaza, de la obra de la PAH, de las asambleas de barrios, de la monarquía corrupta, del rescate que era rescate pero luego era otra cosa y al final fue rescate, de las huelgas generales, de los casos de corrupción del PP, que han demostrado la mafia que nos ha estado vendiendo todos estos años a los mercados, y también de los del PSOE. Me acuerdo del nerviosismo de estos demócratas de “toda la vida”, en los momentos que han visto peligrar su puesto, y han demostrado el poco aprecio que le tienen a la democracia cuando no funciona para ellos. Ojalá pudiera olvidar los dolores de cabeza que me ha dado la propaganda ponzoñosa que me he tenido que comer de parte de los voceros del régimen,  disfrazados de periodistas con dignidad, que han convertido el discurso político en algo parecido a discusiones de patio de colegio pero con un par de chatillos en el cuerpo. De la aparición repentina y no muy sutil de un “Podemos de derechas” con el apoyo del Ibex35 y los medios de comunicación. Para desgracia de los poderes fácticos, tengo buena memoria.
Dada la incertidumbre que va a seguir viviendo el 99% gane quien gane, no puedo pedir a nadie que se involucre realmente con ningún partido de los que se presentan a estas elecciones. No voy a pedir que se vote a Podemos, el partido al que ya he votado hace una hora, más o menos, a pesar de que para mi es con diferencia la mejor opción. Sin embargo, puedo pedir que, recordemos o no, pensemos detenidamente si votamos o no, a quién votamos y por qué, pues de momento eso es todo lo que podemos participar en este sistema, por la vía institucional, al menos. En fin, solo me queda desear un voto responsable y con memoria, aunque sea esa memoria inconsciente con la que muchos acaban votando finalmente, pues la memoria es una herramienta vital para la vida (democrática). Si hacemos este ejercicio de memoria correctamente, quizá mañana tengamos más armas para luchar contra los enemigos que tenemos en esta guerra que, queramos o no, llevamos librando ya muchos años, contra el FMI, contra Merkel. Contra el capitalismo salvaje que pretende expoliar nuestros países y alienar nuestras vidas. Hagamos memoria.

lunes, 6 de julio de 2015

La Pasión Griega

Ocho de la noche del 3 de julio de 2015, Atenas, Grecia. Miles de personas se agolpan en la Plaza Syntagma, la plaza donde se encuentra el Parlamento Griego, y que durante años ha sido testigo una y otra vez de escenas de dolor, de violencia, de desesperación. La plaza ha visto decenas de manifestaciones que se han convertido en disturbios, con muertes incluidas, El 4 de abril de 2012, el jubilado Dimitris Christoulas se suicidaba pegándose un tiro en la sien para mostrar su nivel de desesperación y el de miles de griegos. Se podría decir que la Plaza Syntagma ha sido bastante representativa de todo por lo que ha pasado Grecia desde que comenzó la crisis. Sin embargo, en esta ocasión la cosa era distinta. Estos miles de personas asistían a un mitin del Presidente del Gobierno, Alexis Tsipras, a favor de votar "OXI" ("NO") en el referéndum que transcurriría en el país heleno el domingo 5 de julio. En el referéndum se pregunta a los griegos si aceptan las condiciones económicas que pone la Troika (exige, más bien) al gobierno griego. Esto ocurre tras meses de negociaciones y presiones de Europa al gobierno de Tsipras para que no acabe con las políticas de austeridad que llevan cinco años destruyendo la dignidad (y la economía) del pueblo griego. En la concentración la gente parece estar en una fiesta. Por fin alguien pregunta a los griegos qué futuro quieren para ellos, para sus hijos, para su país. Por supuesto, la respuesta de la Troika no se hizo esperar: Grecia aún vive un corralito en estos momentos, y aún siguen las amezanas de líderes europeos de que si no se comportan, los griegos serán expulsados del euro, de la Unión Europea, etc. Sin embargo, una gran parte de los griegos ya no tiene miedo; su nivel de desesperación, de hartazgo, de sed de ruptura, les llevó a votar a Syriza en primer lugar, y ahora van a decir que NO al neoliberalismo europeo. Se cantan canciones, se vitorea a los ponentes, se habla de España, porque Grecia ahora se enfrenta a un enemigo muy fuerte, y necesita aliados. Quizá nos unamos a ellos en el futuro, quién sabe, pero para eso aún quedan meses, como poco. Finalmente, el pueblo griego habló dos días después: el 61% de los votantes dijo que NO aceptaba las políticas de la Troika. La noche del domingo 5, Atenas se convirtió en una fiesta aún más grande. Era la primera vez que alguien nos preguntaba a los europeos si aceptamos las políticas de "austeridad" y expolio que nos asfixian desde hace años. Y todo el miedo, las mentiras, las amenazas, no surtieron efecto en los griegos. Esta es una guerra que va a marcar el futuro de Europa como proyecto político, económico y social. Y, por desgracia, los ciudadanos la vamos perdiendo. Pero esta pequeña victoria puede ser decisiva, especialmente para el sur de Europa.
Es una pena que este sea el futuro de nuestra Unión Europea, una unión que podría haber sido una referencia mundial en paz, en cooperación, en progreso. Pero no, finalmente saldrá por la puerta de atrás de la historia, como tantos otros intentos que acabaron en nada. ¿Y por qué? Porque hemos dejado que vendan Europa, que nos vendan a nosotros. La clase política europea no nos representa; ni siquiera representan a la idea abstracta de nación. Solo se representan a sí mismos y sus intereses personales. No son más que marionetas en manos de la Troika, del FMI, de Wall Street. Esta gente que gobierna a 500 millones de europeos, a algunas de las mayores economías del mundo, a algunos de los países con mayor potencia militar (incluyendo armas nucleares); esta gente solo cumple una misión: seguir en el poder para obedecer los mandatos de las élites fácticas. Igual da monarquía o república, igual da conservador o socialdemócrata, da igual que hablemos de Cameron, Merkel, Hollande, Sarkozy, Renzi o Rajoy: todos, al final, están para lo mismo. 
Y es que en ese momento pasamos de ser ciudadanos, seres humanos, a ser mercancía, somos un recurso que explotar y del que lucrarse. Si el caso de Grecia aún no es lo suficientemente claro, será peor en cosa de un par de años más. Y es que a nuestros dueños les da igual si hay paz o guerra, si hay crisis, hambre, inestabilidad social, si la extrema derecha crece, si los gobiernos se escudadn en el uso de la fuerza bruta y el autoritarismo, ellos siempre van a ganar. Mientras sigan en el poder, ellos ganarán. Europa se romperá porque a nadie con poder le importa el proyecto europeo. Y Europa no está en una posición cómoda, precisamente. Unas economías tan corruptas no pueden seguir prosperando por mucho tiempo, y aún menos si cada país va por su cuenta. Y quizá por una vez podríamos mirar a cómo está el resto del mundo en el que vivimos que no, no acaba en el Mediterráneo ni el Atlántico.
El imperio estadounidense está cayendo, y nosotros nos empeñamos en atarnos a ellos. Y al lado, en nuestra buena vecina Rusia se está explotando el ultranacionalismo para mantener el sistema corrupto y mafioso que es la Rusia de Putin. Estamos entre un gigante moribundo cada vez más desesperado por mantener sus esferas de influencia y otro cada vez más inestable y peligroso. Y el norte de África es otra bomba de relojería que nos explotará en las narices para hacernos pagar por todos los errores que hemos cometido en el pasado y seguimos cometiendo. El futuro dirá, pero desde luego el futuro de la Vieja Europa no pinta nada bien. Como siempre, la clave para evitar todo esto somos nosotros. Pero a ver si somos capaces de cambiar nuestro destino. De momento solo Grecia se ha revuelto contra sus hostigadores. ¿Haremos lo mismo el resto?


lunes, 25 de mayo de 2015

24-M: las elecciones del cambio

2015, el año del cambio, o, al menos, ese ha sido el mensaje que ha salido de las diversas agrupaciones ciudadanas y partidos que, en medida de lo posible para lo que suele ser la izquierda, se han unido con la intención de echar de las instituciones a la mafia del PPSOE en los ayuntamientos, las autonomías y, en última instancia, del gobierno del país.
Después del paso en falso que fueron las elecciones andaluzas, que en cierto modo fueron una bofetada para los que esperábamos o al menos deseábamos una avalancha de cambio que desalojara cada asiento, cada institución de corruptos, se presentaban estas elecciones municipales como un baremo más real (para desgracia del pueblo andaluz) de la situación real de la política española. A pesar de que Podemos no se presentaba a ningún municipio, habían surgido decenas de movimientos municipalistas, que intentaban aunar a los partidos y los movimientos sociales con más éxito en unos casos que en otros. Tras un corto período de vida, el duelo estaba listo. Colau contra Trias. Carmena contra Aguirre. La ciudadanía, empoderada, contra los poderes fácticos. Después de una campaña (y meses de pre-campaña) del miedo, era el momento de que cada ciudadano español ejerciera su derecho de elegir a sus dirigente locales y autonómicos, uno de los pocos derechos que no se han vulnerado estos últimos años, pucherazos aparte.
Ya han pasado bastantes horas desde que cerraron los colegios electorales, desde que acabaron los recuentos de votos. Y los resultados son tan dispares como sorprendentes.
Más allá de las batallas en ciudades o comunidades concretas, la lectura global es más que positiva. Se podría argumentar que estas elecciones municipales y autonómicas han sido las que han tenido un resultado más positivo para el pueblo español desde el 82, o quizá de toda la democracia. El cambio en la corriente política se ha hecho patente de una forma contundente, así como la caída del bipartidismo, juntando PP y PSOE solo el 52% de los votos escrutados. En Madrid gobernará Manuela Carmena. En Barcelona, Ada Colau. Rita Barberá ha perdido Valencia, y el ayuntamiento será para Compromís. En muchas ciudades como Zaragoza, Cádiz, A Coruña, Santiago de Compostela, Terrasa, etc. las candidaturas municipalistas han conseguido resultados muy buenos, y podrán echar al PP pactando, ya sea dando la alcaldía al PSOE u otro partido o gobernando ellos mismos. Es cierto que el PSOE es un partido que representa los intereses del IBEX 35 y la Troika casi tanto como el PP, pero merece la pena darle un poco de poder ahora con tal de desalojar al PP de los ayuntamientos. Y es que estas elecciones han sido un batacazo para la derecha. El PP va a perder una gran parte de su control sobre la geografía española, incluso de feudos que parecían irreductibles, y Ciudadanos, el partido promocionado por los empresarios y los medios de este país, no ha sido para nada tan decisivo como se vaticinaba y no van a poder dar el gobierno al PP en muchos sitios. Si estamos dispuestos a engañarnos a nosotros mismos y aceptar que el PSOE es parte de la izquierda, la izquierda ha ganado. Bueno, toda no. Izquierda Unida se ha hundido a niveles nunca vistos, IU nunca supo canalizar el descontento ciudadano, ya sea por dogmatismo o por intereses que tengan poco o nada que ver con la política, y la aparición de fuerzas que han revitalizado la izquierda ha hecho que desaparezca en muchos sitios como Madrid, donde ni siquiera la dirección federal se atrevió a pedir el voto para esta formación tras todos los escándalos relacionados con IU-Comunidad de Madrid. Críticas a parte, no han sabido ganarse a la gente, y la historia les ha pasado por encima antes incluso que al PP o al PSOE. Pero lo importante es que la izquierda ha ganado, y ha destruido al bipartidismo en el proceso.
Aún así, es destacable la polaridad de los resultados comparando distintos lugares de la geografía nacional. De la misma forma que en Madrid, Barcelona y Valencia la derecha ha perdido el poder, en Sevilla ha ganado. En la ciudad de Murcia el PP podrá gobernar con el apoyo en mayor o menor medida de Ciudadanos, y en la Región de Murcia casi ha obtenido la mayoría absoluta. En las zonas rurales, aunque no exclusivamente, el bipartidismo sigue vivo. Las grandes ciudades vuelven a ser el motor del cambio, como en tantas ocasiones pasadas, y muchos habitantes de estas ciudades se van a beneficiar a partir de ahora de tener, por ejemplo, gobiernos que no deben un euro a un gran banco. Otros, en cambio, nos vamos a perjudicar al tener en el gobierno a una mafia que se aferra desesperadamente al poder y va a expoliar todo lo que pueda y más, va a morir matando. En el caso concreto de mi comunidad autónoma, Murcia, esto puede haber sido la sentencia de muerte para la Región, ya que con estas elecciones se perpetúa un modelo económico errático y fracasado que solo genera pobreza, corrupción y va a destruir el poco patrimonio medioambiental que nos queda., por no hablar de la precaria situación de la Universidad de Murcia, que, según el rector José Orihuela, podría entrar en bancarrota en menos de dos años, o el incierto futuro que ahora enfrentan los barrios de El Progreso y Santiago el Mayor, siguiendo en el ayuntamiento de la ciudad el partido que está dispuesto a dejar morir esos barrios a cambio de que llegue el AVE a Murcia.
Estas son las dos caras de la misma moneda. Hace poco más de cuatro años del 15-M. Hemos tomado Madrid, Barcelona, y muchas otras ciudades. La guerra que empezamos hace cuatro años, pero que venía de mucho más atrás, sigue su curso. Y de momento no nos va mal, nada mal.

lunes, 29 de diciembre de 2014

Apáticas Fiestas

Quizás sea una percepción personal, pero me da la impresión de que las navidades en este país son cada vez más apáticas. El pesimismo se ha ido adueñando de cada vez más gente. Y no es para menos, desde luego. La situación del país, tanto de su economía, como de la política, no ha hecho más que empeorar.
Pero a lo mejor lo que ocurre es otra cosa, aún más preocupante.
Una de las peores cosas que ocurren durante las crisis es la pérdida de los valores. Esto, viviendo en una sociedad consumista, materialista, insolidaria, egoísta, competitiva y excluyente como es la nuestra puede no parecer ser malo, pero el problema llega cuando no hay una alternativa. Y es que cuando el sistema que impone los valores a la mayoría cae, como es el caso, estos valores, al desaparecer también, dejan un vacío que la masa, de entrada sumisa, no sabe llenar. Este fenómeno se está materializando perfectamente estos años. La época navideña es la fiesta (orgía, más bien) consumista por excelencia. En estos días lo que hay que hacer es comprar mucho, cosas probablemente innecesarias, y si son caras mejor, hay que tirar mucha comida, si es cara mejor, y todo esto para mostrar tanto el amor que se siente por nuestros seres queridos como lo alto que es nuestro nivel de vida. Esto es casi un dogma para la sociedad de consumo, y lo sigue siendo hoy en día.
Pero claro, esto, que tenía mucho sentido en los tiempos de "bonanza", cuando eramos los dueños del mundo y en teoría a todos nos salía el dinero por las orejas (nos portábamos así, al menos), va perdiéndolo en los tiempos de la Gran Recesión, con una población ahogada por los recortes, la bajada de salarios, el despido libre y el pago de una deuda que no es suya.
Porque la gente quiere consumir, pero ¿cómo lo va a hacer? ¿Cómo va a gastarse 800 euros una familia en regalos, marisco y sidra, si ambos padres están en el paro desde hace dos años y no saben si van a poder pagar los estudios de los hijos? Y después de este impedimento, viene lo demás. Porque si se pierde el sentido de una fiesta como la Navidad (que es consumir, hemos acordado), ¿tiene sentido lo demás? Pues en muchos casos el resto del artificio lo pierde, como las luces, el árbol de navidad, etc. Hasta los pobres de las historias de Dickens lo pasaban mejor en Navidad.
Pues bien, todo esto es peligroso. No, la pérdida de la identidad de la Navidad como fiesta consumista no lo es. Lo es esta pérdida de valores que está viviendo la sociedad occidental, especialmente los países que están pagando más la crisis. Un buen ejemplo de este peligro es lo que ocurrió en Rusia, y los países que formaban parte de la Unión Soviética, cuando esta colapsó. Con la caída del comunismo, el capitalismo más radical hizo su aparición encabezado por las grandes multinacionales occidentales y la desaparición de cualquier forma de estado de bienestar, dejando a la población totalmente desprotegida, todo esto apoyado por gobiernos corruptos y, cuando hizo falta, asesinos, como el de Boris Yeltsin en Rusia. Todo esto provocó en los pueblos de estos países un shock del que aún no se han recuperado. La esperanza de vida disminuyó drásticamente. Las cárceles rusas se llenaron, y las tasas de alcoholismo se dispararon. Aún hoy en día, no son pocos los grupos de ultraderecha que usan simbología imperialista, comunista, cristiana ortodoxa y fascista. Todo a la vez. Esto se ha visto claramente en la guerra de Ucrania, en la que se pueden ver grupos de este tipo tanto en el bando pro-europeo "demócrata" como en el pro-ruso "antifascista".
A este tipo de cosas se expone la población europea. Por ello Amanecer Dorado, el Frente Nacional y el UKIP han multiplicado sus apoyos en sus respectivos países. Pero esta no es una causa perdida. Hay alternativas, y de hecho estos momentos en que los esquemas sociales, políticos y económicos se resquebrajan son una ventana a la entrada de estas. Es deber de la propia sociedad velar por sus intereses, y elegir la alternativa que la lleve a avanzar, a quitarse de encima, en medida de lo posible, ese cáncer que es la sociedad de consumo. Pero hasta entonces solo nos queda celebrar estas apáticas fiestas.